“Al llegar á la pequeña estación de Clara vimos que nos esperaba el Sr. Cohen, director de las escuelas de la colonia israelita.”
Así comienza Jules Huret su relato sobre las colonias. Periodista de Le Figaro, fue comisionado por ese diario para varios viajes por América. El relato, del que transcribiremos algunos párrafos, es parte del capítulo donde narra la etapa de su viaje que recorre la Mesopotamia Argentina, e integra el segundo tomo de su libro DE BUENOS AIRES AL GRAN CHACO, publicado en París en 1911, simultáneamente en francés y en castellano.
En ninguna página de los dos tomos del texto, figura la fecha de realización del viaje pero ciertas apreciaciones que hace sobre la ciudad de Buenos Aires y las referencias de las notas al pie de página, nos hace concluir que lo hizo en la segunda mitad del año 1909 o primeros meses de 1910. El viaje en su totalidad debe haber durado de tres a cuatro meses. Como dijéramos la publicación es de 1911 y como allí no hay ninguna mención a las fiestas del Centenario, estimamos que en mayo de 1910 ya no estaba en la Argentina.
“Es sabido el origen de esas colonias (continúa el autor). Hace algo más de veinte años (1881/1884)[1] eran cada vez más violentas en Rusia las persecuciones anti-judías, por lo que un capitalista de esa raza, el barón de Hirsch, concibió el propósito de prestar ayuda á sus correligionarios pobres para que pudiesen emigrar á la Argentina y al Brasil, así como á los Estados Unidos, Canadá, Palestina y Anatolia.”
Tiene razón Huret al indicar que este aspecto es el más conocido en lo que se refiere a las colonias judías, especialmente a las de Entre Ríos, sobre las que existe una imagen o una idea formada a través del libro de relatos cortos, LOS GAUCHOS JUDÍOS, de Alberto Gerchunof, obra sobre la cual la crítica histórico literaria actual le reconoce la creación de una identidad perdurable pero al mismo tiempo, le reprocha el haber tenido una visión idealizada de la vida en las colonias.
No es nueva esta opinión, sino que en su momento Roberto J. Payró, amigo y mentor literario de Gerchunof, le señala precisamente la falta de una necesaria mirada crítica. Pero este libro se publicó por primera vez en 1910, año del Centenario de la Revolución de Mayo, cuando eufóricamente se celebraba la gesta integradora de la inmigración europea, aunque la realidad general fuera otra.
Precisamente por esos años, Jules Huret recorre las colonias y nos proporciona una información que nos parece valiosa en cuanto nos habla de la radicación de los judíos desde el punto de vista de la JCA (Jewish Colonization Association), el emprendimiento del Barón de Hirsch. No tendremos tampoco la mirada crítica reclamada por Payró a Gerchunof, respecto a cuestiones como el descontento interno en las colonias, el desconocimiento del trabajo campesino por parte de los inmigrantes (la mayoría no provenía de zonas rurales sino urbanas y eran fundamentalmente artesanos), el antisemitismo o la retirada del campo de una gran parte de los colonos buscando en las ciudades situaciones más promisorias; pero en cambio tendremos datos numéricos y organizativos que nos pueden alumbrar otro aspecto del desarrollo de las colonias judías de Entre Ríos.
No obstante, LOS GAUCHOS JUDÍOS es un hermoso libro cuya lectura nos puede deparar momentos agradables y también ofrecernos una parte de la verdad.
“La colonia de Clara (continúa Huret), comprende 200.000 hectáreas de terreno (hoy se sabe que eran algo más de 80.000), viviendo en ellas actualmente 700 familias compuestas de 5 personas por término medio, ó sea 3.500 personas.”
Conviene aclarar que colonia Clara, la más extensa de entre Ríos, ocupaba la zona de las actuales poblaciones de Villa Domínguez, San Gregorio, Carmel, Ingeniero Sajaroff, Villa Clara, pueblos que surgen a partir de las colonias y Villaguay que era una población ya fundada en la época de la gobernación del general Lucio Mansilla (1823).
En verde, aproximada ubicación de las 3 colonias judías en 1909 |
Por datos que aporta el periodista Jules Huret, nos enteramos que la población israelita de la Argentina es en 1910 de alrededor de 40.000 personas, de las cuales 16.000 residían en Buenos Aires, 15.000 en las colonias del barón de Hirsch y el resto diseminado por el interior del país. En esos años la JCA tenía tres colonias en Entre Ríos: Clara, San Antonio (hoy Pueblo Cazés) y Lucienville (actual Basavilbaso) y dos en la provincia de Buenos Aires, Colonia Mauricio, en la zona de Carlos Casares y Mauricio Hirsch en las actuales poblaciones de Algarrobo y Hirsch, que constituyeron en realidad (éstas dos últimas), la primera colonia de JCA en Argentina. En esa época también ya existía en Santa Fe, Villa Moisés (hoy Moises Ville). Si bien en la instalación de esta colonia no interviene originariamente la JCA (es en realidad un emprendimiento espontáneo y comunitario de inmigrantes judíos), posteriormente la organización de Hirsch intervendrá en su desarrollo. Luego de 1910 y hasta la década de 1930 (en plena época nazi) se instalaron nuevas colonias de inmigrantes judíos en Entre Ríos y otros puntos de la llamada pampa gringa.
Volvamos al relato de Huret:
“-¿Cómo se reclutan los colonos? –pregunté al Sr. Cohen.
-Antiguamente se les hacía venir de Rusia directamente y se procedía a instalarlos, pero hubo dificultades. Los israelitas rusos vienen ahora directamente por su cuenta á la Argentina, trabajan en su oficio, si lo tienen, ó buscan en las colonias judías una plaza de peón. Nosotros les facilitamos el trabajo. (…) Y cuando al cabo de uno o dos años se han aclimatado y adaptado á las labores, cuando nos ofrecen garantías de actividad y de moralidad y cuentan con una familia numerosa, entonces hacemos de ellos colonos, lo que quiere decir que ponemos á su disposición 150 hectáreas de terreno, ganado y material, (…); el ganado y el material comprenden diez vacas, dos caballos ó cuatro yeguas, un gran arado con asiento ó dos de mano; dos rastrillos, uno de madera y otro de hierro; arreos, yugos, correas y un carro. El importe tienen que reembolsarlo en 20 años con un interés del 4%.
-¿Se les exige alguna garantía?
-Ninguna. Su contrato es el de un granjero. Deben pagar anualmente los intereses, (…). Más aún; si en los malos años necesitan adelantos ó anticipos se les facilitan en las mismas condiciones. A los pocos años se encuentran con una pequeña fortuna si es que no han tenido muy mala suerte.
(…)Los que saben desenvolverse (…) tienen animales de corral y vacas cuyas leche venden (…) a una Compañía inglesa que ha creado cerca de aquí una fábrica de manteca. Algunos colonos venden hasta 300 litros diarios.
-¿Y no les facilitan ustedes nunca más de 150 hectáreas?
-Nunca. Son bastantes para ocupar durante todo el año á una familia de 7 ú 8 personas. De otra forma, los colonos más afortunados ó más sagaces acabarían por invadir la colonia, absorbiendo poco á poco á los desgraciados y á los más débiles.
(…)
Me habían dicho en Buenos Aires que no inspiraban mucho cariño los colonos judíos por ser rusos embrutecidos y retrógrados.
Esa afirmación me extrañó, y el Sr. Cohen me dijo á propósito de ella.
-Esa acusación era merecida al principio. Los infelices que llegaban aquí desde las aldeas de Polonia, Lituania y Bessarabia, se mostraban refractarios á la cultura y al progreso. Pero la raza es inteligente y se adapta pronto á lo que signifique adelanto. (…) Hasta estamos más adelantados que nuestros vecinos. Hemos creado cremerías y fábricas de manteca, cuyo producto compra Inglaterra. Cultivamos la alfalfa, plantamos árboles y viñedos y mejoramos las razas lecheras y reproductoras. Además, fundamos escuelas, bibliotecas y hospitales en mayor proporción que en otras partes (en ese momento había 31 escuelas y 75 maestros judíos para 2.000 niños). (…) Por otra parte, los colonos han formado una cooperativa agrícola creando lo que llaman ellos un “fondo comunal”, institución ingeniosa que les sirve al mismo tiempo de Sociedad mutualista, para sus compras, y de Banco de préstamo. (…) Así pues, nuestros colonos no son enemigos del progreso y aman el oficio, á despecho de la opinión corriente que les cree enemigos del trabajo manual, sobre todo del de la tierra. Esa mala reputación, que deben indudablemente á las condiciones de vida á que se les condenó en Europa desde la Edad Media, les persigue todavía.
(…)
-¿Y no se les acusa de falta de sentimiento patriótico, de no adaptarse bastante pronto á su patria de adopción y de aferrarse al nacionalismo judío y á la religión hebraica?
-Es posible que ciertos inspectores demasiado celosos se admiren de que todos nuestros colonos no hablen el español con facilidad y de que los alumnos no estén bastantes fuertes en historia argentina. Pero ¿qué se puede exigir á esos infelices que llegan aquí frecuentemente á los cuarenta, cuarenta y cinco y cincuenta años, después de haber vivido siempre en el mismo medio israelita, ignorante y mezquino? ¿Cómo hacerles admitir que no tienen derecho para hacer que sus hijos reciban las enseñanzas de su religión de la Biblia? Si han venido aquí es precisamente por huir de las persecuciones de los países intolerantes y por habérseles dicho que aquí podrían vivir con libertad.
Ahora bien: interróguese á los que viven en la Argentina desde hace quince años. Se verá entonces que se sienten satisfechos y contentos por disfrutar de la libertad y que están agradecidos á la República. Pero en quince años no pueden convertirse en ardorosos patriotas ni haber olvidado sus tradiciones, su raza y su religión. Sus hijos serán buenos argentinos y sus nietos más aún, pero no debe coartarse su libertad. (…).
Este comentario revela la resistencia o más bien la desconfianza que había en los argentinos previos, respecto de la inmigración judía como la había con respecto a la inmigración de todas las latitudes, especialmente al ver los rápidos progresos que hacían en sus economías. Claro, lo que se veía, como se ve hoy, son los éxitos económicos que no fueron la moneda corriente en todo el proceso inmigratorio. Gran parte de los inmigrantes siguieron siendo pobres o se empobrecieron aún más, pero todos fueron parte constitutiva importante de la Argentina moderna. Esto debe ser tenido presente por todos los ciudadanos de nuestro país, ante la actual mirada discriminatoria frente a la inmigración proveniente de los hermanos países latinoamericanos. Como hace un siglo estamos ante la construcción de una nueva identidad argentina.
Jules Hurte volvió a Francia y publicó su libro de impresiones y datos estadísticos que recogió en su viaje. Las colonias judías de Entre Ríos siguieron su derrotero; algunos colonos probaron suerte en otras ciudades de la provincia o en Buenos Aires, otros se quedaron y su profunda huella hoy puede vivirse en la cultura, las costumbres, la obra social y en los descendientes que viven en la zona. Pero esta es otra historia sobre la que habrá que volver.
Jorge Surraco
[1] Las persecuciones a los judíos eran habituales en Rusia desde mucho tiempo antes a estas fechas, pero luego de la muerte del Zar Alejandro II, por la cual culparon sin evidencia alguna a los judíos, aumentaron en violencia, los asesinatos recrudecieron y millones de personas debieron emigrar. En esta fecha surge la palabra pogrom o pogromo (linchamiento). Una acción mucho más sangrienta se volvió a vivir en Rusia desde 1903 a 1906.
BIBLIOGRAFÍA
Huret, Jules: De Buenos Aires al Gran Chaco, T 1 y 2 - Biblioteca Argentina de Historia y Política- Hyspamérica, mayo de 1988, Buenos Aires, Argentina.
Gerchunof, Alberto:Los Gauchos Judíos - Editorial Sudamericana - Buenos Aires, 1 de diciembre de 1950, Año del Libertador General San Martín.
Gerchunof, Alberto:Los Gauchos Judíos - Editorial Sudamericana - Buenos Aires, 1 de diciembre de 1950, Año del Libertador General San Martín.
AAVV: Shalom Argentina, Huellas de la colonización judía - Ministerio de Turismo, Cultura y Deporte de la Nación – Programa Argentina Mosaico de Identidades – Buenos Aires, noviembre de 2001.
AAVV: Argentina Pueblo a Pueblo – T. 10 y 11 – Arte Gráfico Editorial Argentino (Clarín) – 1ª ed – Buenos Aires, 2006.