Parte primera.
Elena o Ethel en la actualidad |
Por Elena Moguilevsky
Elena Moguilevsky de Jaján, Ethel como
las conocemos en Gualeguay, nació en Colonia Nº 26, Basavilbaso, Entre Ríos, un
28 de marzo de 1927.Es la novena hija de Rosa Zentner y Samuel Moguilevsky.
Reside en Gualeguay desde el 25 de enero
de 1947, cuando se casó con Arón Jaján.
Nunca escribió otra cosa que no sean
cartas, actividad que siempre hizo con sumo placer.
Hizo teatro vocacional en el pueblo
donde nació y creció. Su sueño fue ser actriz y cantante, en cambio, ha sido y
es esposa, madre de tres hijos que le dieron nueve nietos y estos a su vez le
regalaron cinco bisnietos.
Tapa del libro de Ethel |
Segmentos de
Vida se complace en dar a conocer fragmentos de su libro de recuerdos “Añoranzas”, publicado en el año 2010.
Nos hemos
permitido realizar extracciones de sus textos y a veces cambio de orden de sus
párrafos para una mejor comprensión de la síntesis que presentamos. Si bien en
principio son recuerdos personales y familiares, su difusión puede ayudar a
conocer como era la vida diaria, las historias de vida en las colonias judías
de Entre Ríos, el detalle íntimo, emotivo, más allá de las historias formales
de las mismas.
…Cosas alegres, otras tristes,
forman parte de la vida de cada uno y yo contándolas a veces, con gente amiga…
cuando surgió el tema de los judíos que vivían en la ciudad y de los otros,
como yo, auténtica descendiente de “gauchos judíos”, como Alberto Gerchunof los
denominó, y como fueron mis padres, mis abuelos y mis tíos, especialmente de la
rama de papá…
Papá, mamá, Juan y yo-1929 |
…pensar que (los años) se van tan
rápido y que uno después ni recuerda como fueron, o lo que es peor, no recuerda
cosas queridas, que por momentos quisiera poder traer a la memoria; oír la voz
de los padres, el olor de regazo de mi madre, quien para mí tenía algo
especial,¡algo muy especial!, una mezcla de yuyos de campo con comida y,
seguramente, yo también apuraba el tiempo para ser grande, hoy que estoy casi
al límite por un minuto, como dijo el poeta, quisiera verlos, oírlos aunque sea
una vez más.
Sé que mis seres queridos no se han
ido del todo, están en mis recuerdos, en los lindos momentos pasados y también
en los otros, pero las anécdotas vividas juntos, la infancia maravillosa, los
años en que la enorme mesa se llenaba de familia, amigos y parientes, la
llegada de los hermanos ya grandes, casados, con hijos, es algo difícil de
olvidar.
Los menores éramos muy unidos:
Leoncho, Bume, Juancito y yo, nos extrañábamos si alguno por cualquier motivo,
tenía que irse a algún lado, y muchos más en la época del servicio militar.
Recuerdo el ansia de verlos, de tenerlo, de tener una carta, eran épocas muy
duras a las que nadie escapaba, menos yo que era la menor y nadie me ocultaba
nada. Parecía que, antes que las cosas sucedieran, ya sabía lo que iba a venir,
todo era crudo, natural, “la vida”.
Los Moguilevsky, tenemos una raíz
lírica, papá era un hombre que leía mucho, hablaba cinco idiomas y le gustaba
tocar el violín. Llegó de 24 años de Rusia, traía toda la fibra de los
bailarines, era un gran bailarín ruso y todos sus hermanos gustaban de la
música.
Cuando se regresaba no muy tarde de
Basavilbaso, pasábamos por la línea 25[1],
allí vivían los abuelos Wolf y Sara Moguilevsky, con ellos tío Dude casado con
la tía Guiti, y cuatro hijos, Cruzando la calle vivían Tío Marcos y tía Rive,
con varios hijos, algunos grandes, ya fuera del campo y, en la misma dirección
de los abuelos, patio y alambrado de por medio, residía tío Benjamín y tía
Fani, con tres hijos, Dokke, León y Enrique. Ahí se formaba una gran fiesta,
cortaban la calle, ningún colono podía pasar, todos hacían música con tachos,
violines, cantos y más de alguna vez, terminaban en pelea de hermanos.
Con tanta familia, con la naturaleza
que nos mostraba el por qué de las cosas, recuerdo hoy, es cómico, cuando fui a
vivir a Colón[2]
para seguir la primaria, una de las compañeras comentó que había visto con
sorpresa, cómo a una gallina le había salido el huevo debajo del ala,
lógicamente yo reí a carcajada, a mí no me podían engañar, eso me costó una
penitencia, ni la maestra podía creer que una niña pequeña ya hablara tan claro
de ciertas cosas. Eran tiempos de los pecados y para mí, eran cosas de todos
los días. Recuerdo que mamá cada vez que iba a matar una gallina, primero le
hacía un tacto, para ver si era de las ponedoras, si lo era, ¡no se tocaba! Esa
anécdota me abrió los ojos y entendí la diferencia entre la vida de la ciudad y
la del campo. Todo esto me hizo como soy: natural, sin tapujos y sin mentiras.
Juancito y yo somos los dos más
chicos, nos unen muchos recuerdos, yo digo que somos como gemelos, hasta en las
nanas y con él rememoramos miles de historias, unas verdaderas y otras
imaginarias, nuestras o de los que las contaban. Éramos muy chicos y
comenzábamos la escuela en el campo, nos tocaba un largo camino a caballo desde
donde vivíamos, línea 26, hasta la línea 25, donde hacíamos doble escolaridad,
por la mañana escuela castellana y por la tarde idisch[3].
Los edificios estaban separados con un alambrado y por un portoncito, para
pasar de una a otra. La escuela idisch tenía árboles en los que atábamos el
caballo y de sus monturas colgaban nuestros almuerzos en una bolsa, que nos
preparaba mamá: huevo duro, fiambres judíos con pan casero y en algunas
oportunidades jalbá (hoy mantecol), dulce de membrillo y leicaj (bizcochuelo).
Era muy lindo, a pesar de lo pobre
que éramos, tenía su encanto y hoy viéndolo a setenta años de distancia, se
añora todo, desde el olor de los caballos hasta los paraísos florecidos que nos
daban su perfume.
Continuará
[1]
Se llamaban líneas a las calles que separaban los campos donde se dividían las
parcelas de tierra. Iban desde la línea uno hasta la mil trecientas.
[2]
Colón, ciudad entrerriana situada sobre el río Uruguay.
[3]
El yidis, ídish, yídico o yídish es un idioma también conocido como judeoalemán
y es hablado por las comunidades judías tanto del centro como del este europeo,
así como sus descendientes en otros lugares del mundo. A lo largo de la
historia el judío tenía un idioma para uso diario, reservando el hebreo para el
rezo o estudio de textos sagrados. En tiempos bíblicos y talmúdicos fue el
arameo, más tarde los judíos ashkenazíes de Europa central y oriental adoptaron
el Idish (de la palabra Yid, o judío), un idioma basado en
el alemán y los Sefaradíes el Ladino, un idioma basado en el español. Se
consideraba sacrilegio utilizar la Lengua Sagrada para uso cotidiano. Si bien
el Idish no es un idioma sagrado, es un idioma muy judío, por lo menos
para los judíos Ashkenazíes. Muchos conceptos, ideas y sentimientos no se
traducen adecuadamente a otros idiomas. Ni hablar de los gestos que acompañan
muchas de las expresiones. El Idish vendría a ser un idioma audiovisual.
(http://www.jabad.org.uy/templates/articlecco_cdo/aid/2155154/jewish/El-Idish.htm)
Ethel y Arón en la actualidad con el autor de este blog |
Maravillosa historia, maravillosa vida, el sabor del campo y la ciudad, los recuerdos de los seres queridos, los aromas, las costumbres, gracias Ethel por compartirlo, nos enriquece sin dudas, conocer tu vida y a traves de ella las tan diferentes a las actuales,como no tener nostalgias si tuviste una hermosa infancia.
ResponderEliminarMe encantaría comprar este libro, soy nieta de Dokke Moguilevsky, hija de Benjamin, y me gustaría saber más sobre la vida y la historia de mi familia.Contacto hfabiana@hotmail.com
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